La voz del río (extracto) Sergio Vuskovic

En los comienzos del corto verano, cuando los genios interiores están ocupados en su parición secular, escucharemos el leve susurro con que suavemente se deslizan las aguas abandonadas a la suerte. ¿Qué voz se cuchichea en sus noches y sus días de calma?¿Cómo tener el raro privilegio del poeta de comunicarse con el universo por su parentesco celeste con la naturaleza eterna y al mismo tiempo ser la voz de Dios y la lengua del pueblo?Es evidente que el río solamente conoce una vocación: la de ser mensajero de un mundo superior.No entenderán su mensaje los melancólicos, aturdidos por la nostalgia del cielo perdido, o los que sólo piensan en ellos mismos, abrumados por solicitaciones ante las cuales no pueden hacer nada.Recibirá sus gritos y comprenderá sus silencios telúricos aquel que llena su corazón de entusiasmo, el creador de los dioses buenos y del optimismo histórico que nos hace barruntar que nuestro destino lo vamos haciendo nosotros mismos cada día, con nuestras fugaces grandezas y nuestras cotidianas pequeñeces, enzarzadas todas ellas en un mandato superior que nos guía hacia la luminosidad del rayo, portavoz de la tormenta vecina.Revista Libertad 250, 1994

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